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Niños respondones, ¿qué pueden hacer los padres?



Cuando se le pide a un niño que se vayan a dormir porque es hora de acostarse, y responde con un “¡No quiero!”, ¿los padres deben empezar a preocuparse?


Es normal que en ocasiones los niños no acepten lo que se les dice y quieran decidir. A medida que se van haciendo mayores descubren que pueden opinar y eso es positivo, les ayuda a ver la realidad desde diferentes puntos de vista y a tener su propio criterio. El problema surge cuando lo hacen de manera agresiva o sin respetar a los demás. Cuando eso sucede lo más probable es que el niño esté expresando su enfado o frustración de la única forma que sabe hacerlo, para intentar saltarse unos límites que no le gustan.


En estas circunstancias hay que tomar las quejas, reproches, etc. del niño como una llamada de atención, y no entrar en su juego, sino hacerle entender que esas no son las formas para conseguir sus objetivos, mantenerse firme y repetir lo que se ha pedido.


¿Qué se puede hacer para tratar a los niños respondones?


  • Marcar unos límites claros. Es importante que en cada familia se establezcan unos límites o normas básicas, para que los niños tengan claro que es lo que pueden y no pueden hacer, así como las consecuencias de su comportamiento. Por ejemplo: “En casa están prohibidos los insultos, cuando algo no nos gusta del otro se explica desde el respeto”.

  • Mantener la calma. Cuando los padres responden con gritos, amenazas o golpes ante una mala contestación, además de castigar también dan un mal ejemplo a los hijos. Esto es, les intentan enseñar lo que no hay que hacer, haciéndolo ellos mismos. En estas circunstancias hay que actuar desde la calma, recriminar el mal comportamiento dando una alternativa.

  • Dejarles participar en algunas decisiones. Si se deja que los niños elijan o den su opinión algunas veces, aprenderán que no es necesario utilizar la agresividad para hacerse valer. Por ejemplo, se le puede dejar elegir entre dos prendas de ropa a la hora de vestirse, si ese momento es fuente de discusiones, pero siempre dejando claro que hay que pedir las cosas con calma y respeto.

  • Ignorar desde la firmeza. No hay que discutir ni negociar con los niños cuando están alterados, solo se conseguiría reforzar su mal comportamiento. Por ejemplo, si insulta mientras se está compartiendo una actividad con él, hay que parar inmediatamente el juego e indicarle que no se retomará hasta que no pida disculpas y hable desde el respeto. En caso de no hacerlo, lo recomendable es abandonar el juego e informarle de que se retomará el diálogo cuando esté calmado.

La firmeza y el diálogo no están reñidos. Es importante abordar los temas que causen mayor conflicto desde la calma, dejando que los niños den su opinión para resolver el problema con sus propios medios, pero también bajo el consentimiento de los padres.


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