"Quiéreteme"
Aunque parezca obvio la principal muestra de amor es hacia uno mismo. ¿Cuantos de nosotros y cuantas veces hemos postergado nuestras decisiones, nuestros intereses o nuestros gustos para contentar a nuestros hijos, pareja, padres o entorno laboral como muestra de amor incondicional?
El problema surge cuando este hábito se convierte en rutina, cuando se deja para después todo aquello que nos hace felices a nosotros para hacer felices a los demás. Esta forma de funcionar comporta un desgaste emocional y una insatisfacción tan grande que se acaba convirtiendo en un lastre para la persona pudiendo llegar a anularla como tal. Acabamos siendo eternos postergadores de nuestra felicidad. Uno puede llegar a creerse el epicentro de los grupos con los que normalmente interacciona: familia, amigos, trabajo etc. sintiéndose responsable de cumplir todas las demandas de su entorno para que el buen ambiente y el clima se mantenga, pero con un coste importante a nivel físico y psicológico que puede desembocar incluso en enfermedad física.
Es importante resaltar aquí un par de aspectos importantes:
El primero es que la clave para querer a los demás es ante todo queremos a nosotros mismos. Con esto queremos decir que, si como personas no estamos atentos a nuestras necesidades vitales, no nos aceptamos ni respetamos y no nos comprometemos con nuestro propio bienestar, seremos incapaces de sacar la mejor versión de nosotros mismos, nos sentiremos incompletos. Por tanto, aquello que los demás percibirán y recibirán de nosotros no será suficiente, pues posiblemente lo que les ofrezcamos llegará un momento que se realice desde la obligación y la desgana y nuestro entorno se percatará. Imaginemos una madre acostumbrada a contentar a todos los miembros de su núcleo familiar. Puede llegar un momento en que se exija a ella misma más de lo que realmente puede dar y a largo plazo puede sentirse fracasada por no llegar a contentar a todos, infravalorada en su rol de madre, y vivirlo con ansiedad. Todos los miembros de la familia sentirán la tristeza y el desbordamiento materno sin entender por qué, ya que están acostumbrados a esa forma de funcionar.
Querer a otro no es generar relaciones de dependencia. El hecho de mostraste tal y como eres como persona con tus habilidades, objetivos, necesidades y tus dificultades ofrece a la gente que te rodea una información muy valiosa de aquellos aspectos relevantes para ti y también sobre en qué aspectos posiblemente puedes necesitar ayuda. Facilitar las tareas o hacerlas por la gente que uno quiere no es sinónimo de querer más. Se corre el riesgo de generar relaciones viciadas de dependencia en la que la otra persona se acostumbra a que lo hagas por ella, no responsabilizándola de sus quehaceres. Es necesario generar en las relaciones buenos hábitos y actitudes para que funcionen bien, promoviendo el autorrespeto y las relaciones saludables en las que la interacción y la cooperación sea mutua por y para un proyecto en común. Podemos tomar de ejemplo la madre anterior, que hace todas las tareas del hogar pone y quita la mesa no inculcando hábitos como recoger los platos, o recoger la ropa y llevarla al cesto de la ropa sucia. Con esto no está criando hijos autónomos e independientes sino más bien al contrario.
Nadie es perfecto. En la línea de lo anterior, las personas debemos conocer cuáles son nuestros límites, hay cosas que se nos darán mejor o que nos gustarán más o menos. Por tanto, lo inteligente es liberarnos de la máscara social de la perfección y pedir ayuda para aquellas que no nos gustan o no sabemos hacer para dedicarnos a aquellas que se nos dan bien y nos hacen felices, esto ayudará a que nuestro potencial crezca y de la misma manera nos sentiremos más realizados. Es una forma de dejar de caer en victimismos, para disfrutar de aquello que nos gusta y se nos da bien hacer, de forma que evitaremos el pensamiento negativo de la queja. A modo de ejemplo, pensemos en un trabajador que no domina para nada la informática y para no dar más faena a sus compañeros y no molestarlos intenta arreglar una y otra vez sus problemas con el PC, ¿no sería más fácil pedir ayuda y ofrecerse a hacer otro trabajo que domine mejor? En eso consistiría una relación sana.
“La autoestima y el autorrespeto son claves para tomar las riendas de nuestra vida, hay que aprender a quererse y a hacerlo bien”