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¿Qué es el mutismo selectivo?


“Ana no habla en clase, cuando la maestra le hace una pregunta no responde, agacha la cabeza y se queda callada. Su madre dice que en casa no calla, que le cuenta todo lo que hace en la escuela, pero que cuando va al parque tampoco habla con los demás niños”.


Esta ausencia de habla ante determinadas personas y situaciones sociales se describe como mutismo selectivo. Este término hace referencia a un problema de conducta de la infancia cuya característica principal es la inhibición persistente del habla en situaciones sociales específicas como, por ejemplo, en la escuela (Olivares, 2007).


Es importante señalar que los niños con mutismo selectivo tienen una competencia lingüística y comunicativa adecuada a su edad, y también que estas competencias se manifiestan sin dificultades en el entorno familiar más cercano, pero no en otros ambientes o con otras personas menos conocidas.


Su edad de inicio se sitúa generalmente en los primeros años de la educación infantil o preescolar o al inicio de la primaria, alargándose más allá del periodo de adaptación esperable. Otras veces, el inicio suele relacionarse con cambios importantes o que hayan resultado estresantes para la vida del/la niño/a (cambios de residencia, hospitalizaciones, etc.).


Los niños que manifiestan este tipo de dificultades, también suelen presentar características específicas como timidez, retraimiento social, dependencia, perfeccionismo, etc. que muchas veces agravan y contribuyen a la consolidación del problema. Esta inhibición del habla no suele desaparecer de un momento a otro, sino que suele alargarse durante tiempo si no se interviene adecuadamente, lo que conlleva sufrimiento en el/la niño/a y también dificultades importantes en la adaptación a su entorno.


Algunas de las pautas que se plantean para mejorar las condiciones familiares, personales y sociales de los niños con mutismo selectivo son:


  1. Ofrecer al/la niño/a un ambiente de seguridad, comprensión y afecto. Es importante que el niño pueda expresar cómo se siente y lo que le pasa, teniendo la seguridad de que no va a ser juzgado/o y que cuenta con el apoyo de su entorno para ayudarle a superar el problema.

  2. Facilitar la vivencia de experiencias que favorezcan su desarrollo personal. Darle pequeñas responsabilidades en casa, dejarle tomar pequeñas decisiones, pedirle opinión…

  3. Destacar sus puntos fuertes y reforzar lo positivo. Verbalizar y reconocer el esfuerzo por conseguir el comportamiento deseado aumentará las probabilidades de que éste vuelva a repetirse y reforzará su autoestima.

  4. Evitar la sobreprotección. Esto es, no hablar por él/ella en situaciones en las que se mantenga callado, ni tampoco forzarle a que lo haga para evitar mayor angustia.

  5. Establecer rutinas y normas claras en la dinámica familiar, favorecerá que el/la niño/a se sienta más seguro/a y tenga más claro lo que se espera de él/ella.

  6. Fomentar la interacción del niño con amigos, compañeros, vecinos, etc. Esto es, participar en actividades extraescolares, acudir a fiestas, ir al parque, etc.

  7. Coordinarse con el colegio para consensuar las medidas educativas y estrategia a llevar a cabo para el tratamiento del problema y para conocer la evolución del/la niño/a.

  8. Buscar ayuda profesional si observamos que no es algo pasajero, ya que, como ya se ha comentado este tipo de dificultades suelen alargarse en el tiempo, conllevando un importante sufrimiento para el menor y su entorno.










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