Padres e hijos. Los retos de la adolescencia
Durante los primeros años de vida, los niños encuentran las herramientas necesarias para su proceso de socialización dentro de su núcleo familiar. A medida que van creciendo van entrando en este proceso otros agentes como sus profesores y compañeros que terminan por completar su grupo de referencia.
Es en la preadolescencia, entre los 11 y los 13 años aproximadamente, cuando los niños empiezan a intentar potenciar su capacidad de decidir por ellos mismos independientemente de aquello que marque su familia, crean los primeros esquemas de identificación y diferenciación. En este momento pasa a ser su grupo de iguales su mayor apoyo prevaleciendo sobre la familia. Esto no quiere decir que los obvie, sino que sus decisiones, cambios y conductas irán orientados al ritmo del grupo pese a que los padres en muchas ocasiones se posicionen en contra.
En la adolescencia, es cuando el grupo de iguales (los amigos) se convierten en el sistema más importante, es con quien comparten ideas y opiniones y se convierte en una pieza clave que les moldea. En esta etapa el individuo desarrolla, aprende y forja gran parte de su personalidad, por ello el adolescente precisa sentirse parte del grupo con el que comparte edad, gustos y características. Aun así, en esta etapa el entorno familiar sigue teniendo influencia en el desarrollo, por lo que recomendamos a los progenitores:
Permitir que despeguen del grupo familiar para que aprendan: habilidades sociales básicas, habilidades de escucha y empatía, técnicas de comunicación y negociación, resolución de conflictos, expresión de afectos, defensa de los derechos individuales frente a la opinión del resto… que posteriormente le serán necesarias en su vida adulta.
Dar buenos ejemplos a sus hijos en referencia a los hábitos, para que independientemente de la influencia del grupo generen sus propios valores y normas.
Fomentar la autoestima del adolescente para que se sienta feliz y libre en sus decisiones.
Demostrar interés por sus amigos, sin censuras ni desconfianza o preocupación excesiva.
Evitar miedos anticipados de los riesgos posibles sobre sus actuaciones
Dejar que se exprese, que tome sus propias decisiones, desarrolle sus ideas y busque soluciones fomentando su autonomía.
Interesarse por sus temas, comunicación, así como explicarle los peligros existentes para que tenga más información a parte de aquella que le es otorgada por el grupo.
No descalificar sus opiniones, ni censurar sino ofrecer nuestro apoyo.
Acudir a un profesional si vemos que la situación nos supera.
La adolescencia no es un periodo fácil, pues la necesidad de pertenencia y aprobación social del grupo de amigos y el miedo al rechazo del mismo los lleva a tomar decisiones o realizar conductas que a veces no son de su agrado o que saben que no les reportarán nada bueno. En el peor de los casos, incluso los puede llevar al aislamiento social que les hará sentir diferentes y marginados, evitando cualquier opinión externa. En el caso que el adolescente no se integre en el grupo por cualquier motivo como la introversión, la falta de intereses comunes es necesario detectarlo a tiempo, pues el grupo actúa de forma gregaria y cualquier individuo externo a él puede ser víctima de burlas, exclusión e incluso acoso escolar y pueden aprovecharse de ellos. Esta tarea debe realizarse de forma conjunta desde el hogar y la escuela intentando detectar cualquier cambio de conducta o de relaciones en los adolescentes que denoten que algo no funciona, evitando relaciones dañinas y tomando las medidas adecuadas.
“La adolescencia es un periodo en el que todos los agentes de apoyo al individuo deben estar alerta para fomentar las habilidades individuales de las personas, facilitando la constitución de su propia personalidad y enseñándoles a resolver los conflictos que posteriormente tendrán que afrontar por ellos mismos”