El papel de nuestros pensamientos en nuestro bienestar emocional
Es frecuente que a veces pensemos que lo que hace que nos sintamos mal es lo que vivimos, de ahí que nos extrañemos cuando una persona que ha vivido la misma situación o experiencia reaccione de manera diferente a como lo hacemos nosotros. ¿A qué se deben estas diferencias a la hora de reaccionar?
La psicología cognitiva considera que el principal determinante de nuestras emociones y comportamientos no es la realidad en sí misma, ni las situaciones o experiencias que vivimos, sino cómo nosotros los evaluamos. Esto es, lo que determina cómo nos sentimos es lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y de la realidad. De ahí que ante una misma situación podamos reaccionar sintiéndonos o comportándonos de maneras muy diferentes, según como la percibamos o valoremos.
En este contexto tienen un papel muy importante nuestras creencias, ideas con contenido emocional que nos predisponen a comportarnos de manera congruente con ellas. Las creencias más importantes son:
Las que se refieren a uno mismo, y tienen que ver con la satisfacción personal o autoestima. Por ejemplo: “soy una persona amable”
Las que hacen referencia a otros y a las relaciones interpersonales, que se relacionan con la capacidad para relacionarnos con los demás. Por ejemplo: “es muy importante tener amigos”.
Nuestras creencias no son algo fijo, sino que pueden modificarse. Así, podemos aprender a eliminar aquellas que nos perjudican y cambiarlas por otras más funcionales. También es posible que estén activadas o inactivas, guardadas en nuestra memoria.
Cuando cualquiera de nuestras creencias está activada determina en gran medida nuestra percepción de la realidad, lo que sentimos y cómo nos comportamos, incluso lo que recordamos sobre esa creencia, que suele ser aquello que es coherente con ella.
Los sesgos en nuestra valoración de la realidad y en el recuerdo, relacionados con cada creencia, ayudan a mantener la alteración emocional correspondiente (enfado, falta de confianza, etc.). Se termina entrando en un círculo vicioso en el que una percepción distorsionada de la realidad (por ej. exagerar la posibilidad de que alguien nos rechace) seria responsable del malestar emocional (por ej. sentimientos de tristeza y bajo estado de ánimo). Al mismo tiempo, ese malestar también contribuye a que se siga valorando la situación de forma distorsionada, e incluso puede terminar comprometiendo nuestro desempeño, lo que nos hace pensar erróneamente que la creencia irracional tiene razón de ser.
Sin embargo, no todas nuestras creencias son perjudiciales, algunas de ellas nos ayudan a conseguir nuestros objetivos (ser felices, relacionarnos adecuadamente con los demás, etc.). Aprender a identificar qué creencias personales nos ayudan en nuestro día a día y cuáles se constituyen en creencias irracionales perjudiciales, es un proceso clave para preservar nuestro bienestar emocional, en el que la ayuda de un profesional de la psicología nos puede ayudar si lo necesitamos.